RELATO DE UNA NOCHE DE MIERDA

Estaba solo, como nunca en la vida, en una tierra que no era mi tierra y la muerte acechando en las sombras. Al poco andar llego al punto de reunión, pero no hay nadie ahí. Veo lo que parece ser una mancha negra extraña, le hago una seña y me la contesta, entonces me inunda una enorme felicidad porque la mancha no sólo no me disparó en el acto, sino que era Freddy, mi compañero. 

Pasa el rato y ya somos 4, pero no hay rastro de la puta caja con nuestro equipo, entonces nos perturba una revelación. Este no era el punto de reunión y habíamos caídos unos buenos 5 Kilómetros pasada la zona de salto. Maldijimos al piloto e hicimos lo único que podíamos hacer, comenzar a caminar, adentrarnos en la sombra con el fantasma latente de no saber del resto, cuántos estarán en el punto rendezvous, donde debíamos encontrarnos para empezar la misión; y pensaron que nos fuimos sin ellos, cuántos habrán caído encima del enemigo, cuántos no volveremos a ver jamás.

Caminamos y caminamos y caminamos, al paso iban apareciendo de forma errática el resto de los muchachos, apareció Trepador, el radio, y al fin después de lo que sentí como eternidad, nuestra unidad tenía comunicación con el resto de las unidades. 

La monotonía del avance se interrumpió con una bala que pasó zumbando por mi oído derecho, nuestro primer contacto. Honestamente, no vi nada, salvo el fogonazo. Nos pusimos pecho tierra y disparamos contra lo que hubiera estado adelante. En el enfrentamiento, salió herido un chico de rango Infante, pero no había tiempo de quejarse, un par de vendas y a continuar la marcha.

Cuando al fin logramos dar con el bendito punto de reunión y la dichosa caja, nos asalta otra patrulla. De inmediato tomamos una casa que había allí mismo y los muchachos dispararon a las sombras, mientras me preocupaba de que nadie termine mal herido. No habíamos alcanzado nuestro primer objetivo y el equipo ya estaba diezmado y nos parecía no tener los recursos para llevar adelante la operación.

De ese momento, todo fue un lento avance. Los chicos heridos y sin moral, yo me quedaba sin insumos y aún teníamos que asaltar la posición de antiaéreos. Nos contactan por radio, éramos los últimos. Las otras unidades ya estaban en la segunda fase de la operación y nosotros teníamos que alcanzarles. Asaltamos las trincheras que protegían el antiaéreo y de una vez, nos pusimos en marcha para encontrarnos con nuestros compañeros que ya tenían el pueblo bajo su poder. Bendición del cielo, encontramos un par de halftrack que dejó algún combate previo a nuestra llegada y pudimos alcanzar antes del amanecer el pueblo.

Esa noche dormimos como la mierda, un ojo abierto y un ojo cerrado, pero lo peor fue el despertar en medio del amanecer. No sé si intencionalmente o por coincidencia del destino, comienza a sonar una música de mierda junto con una ráfaga de morteros sobre nuestra posición. A duras penas nos guarnecimos todos en una iglesia y defendimos oleada tras oleada de alemanes que aparecieron como contraofensiva a lo que hicimos anoche. 

No podíamos dejarles pasar, no podíamos perder, porque de nosotros dependía que los muchachos que a esa misma hora estaban tomando las playas del sur, no fuesen sobrepasados por el apoyo alemán. Y así fue, entre los gritos de dolor, los médicos tratando de coordinarse, el fuego amigo y enemigo, de alguna forma sobrevivimos y acabamos con la respuesta alemana.

Esta fotografía me la tomó uno de mis compañeros minutos antes de subir al avión que nos ha traído a este infierno.

Con Amor

Riquelme